lunes, 31 de mayo de 2010

Crónica no oficial de la Sufrida 2010


Por fin llegó el gran evento del año. La Sufrida 2010 se hacía realidad. Dejamos atrás meses de entrenamiento, de dudas acerca de las posibilidades de llevar a cabo tal reto, de historias contadas por ciclistas que la habían corrido, de leyendas urbanas, un largo etcétera de cosas que no hacía sino aumentar los nervios ante la cita del 29 de mayo. Miguel dijo a escasa 48 horas de la salida una verdad como un templo: "Tenemos que ir a disfrutar". Yo me conformaba con eso.


Última semana antes de la prueba. El trabajo ya se consideraba hecho, lo importante en estos días era no gastar muchas fuerzas, soltar piernas rodando y no sufrir ninguna lesión ni enfermedad. El martes tras pasar por el taller me dijeron que los problemas que ya acarreaba en el cambio de mi BH no se debían a un desajuste del cambio, lo cual era sencillo de arreglar, sino que eran producto de la rotura de una pieza de la maneta del cambio. Horror... Me estaban diciendo una noticia terrible, no iba a poder utilizar la bicicleta habitual de los entrenos. Es verdad que ya hacía unos días que tenía en casa a la "Italiana" (Pinarello Prince Flamante), pero había decidido no utilizarla en la Sufrida, entre otras cosas porque no había salido ni una sola vez con ella. Ese fue un jarro de agua fría frente al que había que sobreponerse. Rápidamente el miércoles me dispuse a salir con ella y además aproveché para su presentación en sociedad. Esa misma tarde realicé algunos ajustes, cambié la tija y el sillín por el mío habitual así como las calas a las zapatillas para poder utilizar mis sidi, ya que las viejas look me quedaban muy pequeñas como para aguantarlas durante 196 Km. El jueves fue día de prueba. Todo iba fenomenal, me volví a animar además me sentía cómodo subiendo con ella y lo mejor de todo llaneando es una pasada. Lo malo es que en la Sufrida se hace de todo menos llanear. 


El viernes trabajo por la mañana, me centré todo lo que pude en mi quehacer diario, por el bien de mis pacientes, y lo conseguí. A las 15'30 salí del hospital y me fui para casa. Loli lo había preparado todo, el coche tenía el tanque lleno, la maleta estaba lista, comimos y del tirón a las cinco nos recogieron Manolo y Pepi. Dirección a Ronda por la nacional. A la llegada a Ronda nos dirigimos a recoger los dorsales al Intersport del Polígono Industrial El Fuerte. Allí, con bastantes nervios, recogimos los dorsales y mantuvimos algún cambio de impresiones con otros ciclistas que llegaban para recoger sus documentos. Tras revisar que todo estuviese en su sitio, dorsal, chip, pasaporte... Cogimos el coche dirección a Arriate para inspeccionar la zona de la salida, sitio para aparcar e incluso para desayunar. La tensión iba en aumento. En Arriate todo estaba dispuesto para el evento, se veían algunos coches con flamantes máquinas en su interior, la gente no miraba con asombro, estaban acostumbrados a la marea de ciclistas que se les venía encima. Nos encontramos con un miembro de la organización, alguno de los que iba en moto, rápidamente nos reconoció como participantes en el evento. Pretendíamos cruzar en coche una zona peatonal. “No por ahí no es. Tenéis que dar la vuelta y dirigiros al pabellón deportivo. ¿Qué vas a hacer la larga o la corta?”. No debió fijarse en mi físico imponente, que dejaba bastante claro que iba a hacer la larga, lo cual le conteste un poco molesto. “Pues paciencia”, respondió, “Sobre todo con la zona de Algatocín a Genalguacil (Desde ahora EL BOQUETE ó la V como también se la conoce a esta parte del recorrido), ahí tranquilos, si queréis acabar, claro”. Hombre, esto te lo dicen hace un mes y a lo mejor se te olvida, pero que te lo digan a menos de 24 horas de tomar la salida y cuando ya no hay marcha atrás. Esto me destrozó aún más los nervios, incluso entré en una especie de “Belle Indeference”, ya todo daba igual que echaran los kilómetros que fuesen, las subidas que les diera la gana, y que soplase el viento que tuviese que soplar, estaba dispuesto a terminar. Después de reconocer el terreno, fuimos a pillar la habitación del hotel. Situado en todo el centro de Ronda, frente a la centenaria plaza de toros. En el garaje del hotel preparamos las máquinas, pusimos el chip en la horquilla y los dorsales en la tija. Luego nos dispusimos a dar una vueltecita por Ronda para cenar algo y a la cama pronto que había de descansar las piernas. Justo antes de acostarnos lo últimos preparativos, poner el dorsal en el maillot y llenar el agua.


7:00 a.m. Llaman a la puerta de la habitación. Yo llevaba 45 minutos levantado preparándome. El sueño había sido reparador, ni una sola pesadilla, solo tardé un poco en cogerlo, pero luego fue de mucha calidad. Me encontraba descansado. Tras comprobar que estaba todo, bajamos al coche para ir hacia Arriate. Por el camino nos llama Miguel, ya estaba allí con María del Mar, desayunando. Aparcamos frente al polideportivo, ya había ciclistas, incluso los había que se habían llevado las autocaravanas y habían pasado la noche allí. Les dimos encuentro en “El Chozo” donde desayunaban muchos miembros de la organización, del club de Arriate “Los últimos sus-murais”. Cada uno nervioso a su forma, unos hablando más y otros, como yo, callado. Me tomé el café y el medio mollete con jamón y nos dispusimos a tirar para el aparcamiento para ultimar preparativos. Allí había aumentado la afluencia de ciclistas. La serpiente multicolor se preparaba, entre bambalinas descubríamos las peculiaridades de cada uno. Los que se ponían crema de protección, las cremas de calentamiento, las bicicletas, vaya máquinas se veían por allí. Vimos algunas valientes, féminas, preparándose para sufrir. Llegado el momento, todo estaba listo, nos dirigimos a la salida, la calle Marbella, allí estaba el cajón de salida. Por el camino nos encontramos con Loli y Pepi que iban al encuentro de María del Mar, tras la foto pertinente de rigor, formación de salida nos fuimos para la salida. Hubo un poco de nervios porque no encontrábamos la forma de llegar a la cola del cajón de salida, finalmente lo hicimos (estábamos en Arriate, población de escaso número de habitantes y extensión, lo cual no debía resultar difícil pero los nervios no perdonan). Cuando nos encontrábamos en la salida los nervios empezaron a disiparse, comenzaban otras preocupaciones, la aglomeración de la salida, los primeros metros, meter el pie en la cala sin chocar con nadie y formar la montonera. Chupinazo de salida y ala... Se montó la marimorena. Pensábamos que la salida era neutralizada o al menos eso decía la información de la prueba hasta Ronda (8 Km más allá). El pelotón ya iba estirado nada más doblar la esquina de la calle Marbella. Salida frenética. Ya en los primeros minutos perdí a Miguel y a Manolo entre la multitud, aquello era un sálvese quien pueda. ¡Plato grande desde el principio! ¿Estamos locos ó qué? El paso por Ronda resultó fugaz, subimos un repecho a un castillo a mil por hora, las unidades del pelotón iban cayendo como moscas, se pasaban badenes, zonas de adoquinado (Por cierto que aquí el mayor peligro eran los bidones caídos por todas partes, saltaban de las bicicletas como chinches, lo cual da una idea del ritmo que se llevaba y además nadie se volvía a por ellos) y nada. Los primeros tenían que estar ya en Algodonales, pensé. Al salir de Ronda un descenso rápido en el que me reencontré con Miguel y al poco comenzó la primera subida del día, Puerto de Montejaque. Allí por fin se reunió un pelotón numeroso con un ritmo ya de marcha larga, ¡Por fin! Miguel se dedicó a tirar del grupo, la subida se hizo bastante cómoda, era la primera del día y el personal iba más reservón. Allí hubo de todo, dio tiempo a comentar cosas, ver las bicis, hablar sobre el chino y sus bicis del Ebay, comentar las crisis y con estas cosas nos encajamos en Algodonales. ¡Joder! Ya han caído 50 Km (la cuarta parte, claro que la más suave) En la entrada a Algodonales hubo tensión, la parte delantera del grupo, donde iba Miguel, se despistó y siguieron hacia delante cuando había que desviarse a la derecha hacia el pueblo. Allí avituallamiento y a sellar pasaporte. De momento me perdí de Miguel, hice un poco de tiempo en el avituallamiento a ver si llegaba pero vi que no y continúe no sabía que había pasado. Por supuesto de Manolo ni rastro, ya veremos. Tras la peligrosa salida de Algodonales comenzamos el asalto a Zahara de la Sierra, pasando por la presa del lago, para coger a la derecha hacia el pueblo. Allí descolgué al que sería mi referencia. Un señor de unos 50 años que comentaba que el año pasado había terminado la larga y que lo hizo al ritmo que llevaba este año, así que me propuse que tenía que ir siempre por delante de ese corredor para poder terminar. Iba con muy buenas sensaciones, los repechos se hacían cómodos con el desarrollo que llevaba 34x19-23. Descolgué además a otro chaval que iba peor que yo, no solo estrenaba bici, como yo, sino que además estrenaba sillín (yo afortunadamente no hice eso, y puse mi sillín de toda la vida) y lo que llevaba por sillín era una lámina de fibra de carbono. “Hijo ponle un poquito de skai” le dije y tiré, nos despedimos y quedamos que nos veríamos en el bar, él iba a la corta. Comencé la subida cronometrada a las Palomas, mi mejor registro 45 minutos, pero con lo que me quedaba no debía aspirar a eso. El objetivo subir a no más de 180 pulsaciones. Y así fue, iba descolgando unidades, muy poco fueron los que me pasaron, las sensaciones cada vez mejores. Estaba deseando que llegara el peor tramo, el de las rampas del 13 y el 15%, llegó y con tranquilidad y ritmo se consiguió. Ya en el último kilómetro me cruce con dos ciclistas con los que después haría gran parte del recorrido, de Granada. Íbamos a muy buen ritmo, finalmente 48:43 minutos (13’8 Km/h de media), fenomenal todo iba sobre ruedas, nunca mejor dicho. Arriba en meta, gran subidón, estaban las chicas animando, vi a Loli (me hizo mucha ilusión verla allí arriba), tras avituallamiento incluido besito de amor. Bajada vertiginosa a Grazalema (pensando que tenía mujer e hija, dos en uno). No tenía referencias de Miguel ni de Manolo, no habían pasado por el puerto. Conocía perfectamente la bajada así como las precauciones que debía tomar. En poco me encajé en la subida al Alamillo, una tachuela que da mucha alegría subir, es cómodo, lo había hecho otras veces y sin problemas. Luego mi carretera preferida dirección a Ronda. Precisamente fue en este punto cuando comenzaron mis problemas, me encontraba genial, pensaba que había dosificado, pero algo no debí hacer bien y lo comencé a pagar. Empecé a tener calambre en la pierna izquierda, justo detrás del muslo. Pensé que podía ser la postura en la bici, se había bajado el sillín, no... Me pinchaba y me preocupaba, me quedaba lo peor... Todavía tenía que subir a la Pileta, El Espino, El Boquete y Encinas, ¡Dios mío tantos meses de entreno para terminar acalambrado y sin poder llegar!, no podía ser, tenía que controlar la situación. Bajé un poco el ritmo busqué posiciones más cómodas, comencé a beber mucho agua y a comer y a pensar en otras cosas. Se me iban a hacer muy largo los 120 Km que me quedaban. Sin saber como se me quitaron las molestias y comencé de nuevo a animarme. Me pegué de nuevo a los chicos de Granada y con ellos hice recorrido hasta la bifurcación de las dos modalidades. Allí paré para un breve avituallamiento. La frase que allí nos decían los chicos del avituallamiento se me grabó en ese momento “¿Estáis seguros de seguir por aquí? Aquí comienza el sufrimiento” En mi cabeza ya no estaban los calambres, tenía que seguir, conocía lo que venía, se podía hacer perfectamente, solo temía al repecho del 17% con el que se llega a Cortes de la Fra, pero solo eran 500 m. Venga “¿Quién dijo miedo?”. Los Km fueron pasando, la subida a la Calerilla, luego a la Cueva de la Pileta y finalmente al Puerto de Cortes. Ahí de nuevo el fantasma, los calambres, habían estado callados, abuse de lo que no debía, comencé a coger a gente y a dejarlos atrás a muy buen ritmo, no podía ser, tenía fuerza me encontraba bien pero mis músculos se encogían, mi cabeza se mantenía impasible frente a esa situación, como capitán de barco de guerra, hay que continuar sea cual sea la adversidad. Y así hice, reduje el ritmo, me comenzaron a coger a los que dejaba detrás y solté al grupo con el que iba. En Cortes paré en el avituallamiento e hice ademán de tirar la bicicleta, un chaval joven que estaba en el punto repartiendo comida me dijo “No hombre, con lo guapa que es no la tires, dámela”. Comí lo que pude y bebí, en eso llegó Miguel, me dio mucha alegría verlo. Venía reventado se había pegado un palizón para enlazar, me lo imagino con lo cabezón que es seguro que trajo al pelotón con el que llegó a tó trapo por los puertos anteriores. Comió y nos volvimos a las monturas para continuar. Sabíamos lo que venía, bajada de Cortes por carretera estrecha y peligrosa para pasar la Cañada del Real Tesoro, la vía del tren, y comenzar la subida al Espino. Este puerto deberían de darle el premio al puerto mejor equilibrado, rampas continuas de desnivel no muy bruto y sin cambios bruscos, vamos te dejaba coger ritmo. Allí nos juntamos con dos chavales de Sevilla, triatletas, llevaban un ritmo machacón pero bueno, además mantuvimos una animada conversación que iba haciendo que los Km pasasen de forma más amena. Pero poco antes de coronar, de nuevo los calambres, tuve que bajar ritmo, Miguel me esperó y animó mucho para poder continuar. Le conté que llevaba con calambres desde el Alamillo. Llegamos más tranquilos a la cima del Espino. Allí comenzaba lo desconocido. Llegamos a Algatocín donde un sinuoso desvío a la derecha nos conducía a un pueblecito metido entre la vegetación, Genalguacil. El asfalto estaba en malísimas condiciones el descenso de 7 Km fue un infierno, me comenzaron a doler músculos en los brazos y el cuello que no conocía, inicialmente iba en la cola de la grupetta de cuatro al poco ya estaba al frente tirando en el descenso, terreno que no se me da mal. Como si en una V nos encontrásemos, cuando acabó el descenso, comenzó el ascenso, otros 7 Km de subido por asfalto pestoso, malo, hasta Genalguacil, allí pasaban las curvas y no se veía rastro de civilización, sabíamos que era por allí porque veíamos las caras de los que volvían, ya que al llegar a ese pueblo había que dar la vuelta por la misma carretera, con lo cual se cumplía la norma de que todo lo que se baja, luego se sube y viceversa. Aquello resultó una encerrona en todos los sentidos. Se corrió la voz en el pelotón de que en el avituallamiento de ese pueblo había bocadillos. Yo me imaginé el medio manolete con su jamoncito, sudadito por el calor, ja, ja... Pan de molde, duro, con un cacho de jamón de York y otro de queso en lonchas, y tira pa’lante. Allí estuvimos reponiendo un rato. Estiramos las piernas y continuamos, ¿media vuelta? NNOOOO, había que hacer un pequeño recorrido por las calles empedradas del pueblo y con unas pendientes, vamos que lo que recuperé en la parada lo perdí en menos de un Km. Y ahora a deshacer lo hecho, bajada y subida hasta Algatocín. Ahí pillamos a los que serían nuestros últimos compañeros de viaje un chico de Los Barrios y un hombre de Chiclana. No se conocían, el sufrimiento los había unido, iban con clubes distintos pero cuando se quedaron solos decidieron unir fuerza para tirar lo que quedaba. En realidad esta es la única forma de hacerlo, la unión hace la fuerza. Con ellos hicimos la subida a Algatocín y la posterior a Encina Borrachas. Esta última ya la conocíamos de la escapada que hicimos en semana santa. Sabíamos que no era muy exigente pero con lo que llevábamos ya encima, había que tomarlo con tranquilidad. Y así hicimos, cuidándonos de los calambres continuamos con paso firme a la cima de Encinas. Esta parte la hicimos más animados, yo tenía la idea preconcebida de que coronando Encinas se acababa la Sufrida. Luego quedaba un descenso y un poco de rompepiernas para llegar a Ronda y por fin a Arriate. Así fue al coronar fue como una bocanada de aire, metimos plato e hicimos un descenso vertiginoso hasta prácticamente llegar a Ronda. Cuando vi el cartel de 5 Km para Ronda me entró una energía brutal, la piel se me puso de gallina y saqué fuerzas de donde ya no sabía ni que habían. Ya pasando Ronda nos desviamos hacia Arriate, al principio íbamos tirando fuerte, pero en poco nos dimos cuenta que lo mejor era disfrutar de los últimos Km. La sufrida se acababa, el objetivo estaba cumplido, meses de entrenamiento y ya habíamos pasado la prueba. Sabía por la hora que era que entrábamos en tiempo, no habían cerrado la meta. Disfrutamos del final, llegando a la meta levantamos los brazos, nos dimos la mano y cruzamos el arco. Allí estaban Loli, María del Mar, Pepi y Manolo (Ya vestido de calle, como supusimos se había desviado a la ruta de 117 Km). La emoción me invadía, había conseguido el reto, en esta ocasión no había que superar tiempos, solo terminar y disfrutar de haber conseguido superarme, de sobreponerme a los contratiempos para continuar. En próximos años, si vuelvo a participar, ya me pondré metas, ahora solo quiero disfrutar de lo logrado junto a los míos.

7 comentarios:

  1. Una gran cronica no se puede contar mejor

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  2. En hora buena a los tres, por el pedazo de ruta que habéis hecho,espero que aunque con los dolores hayáis disfutrado.
    Por supuesto felicitar al pedazo de reportero que tenéis.

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  3. Enhorabuena!!! Aunque yo en el km 3 hubiese intentado una escapada en solitario, pero bueno, es el primer año y todo se andará

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  4. jaajjajaj Estás hecho el Hemingway de las crónicas ciclistas!!! Vaya krak!

    Enhorabuena! Seguro que pal año que viene te superas, y aunque en más tiempo, te la haces con la enana agarrá al lomo

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  5. Oye, a todo esto: ya sé que lo importante es participar y toda esa morralla moral, pero... en qué puesto llegaste?!?!? (y cuántos participaron)

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  6. ALBERTO TRIATLETA3 de junio de 2010, 13:06

    FELICIDADES A LOS TRES
    NO ESPERABA MENOS DE TI RAUL
    LO POCO QUE TE CONOZCO Y BIENDOTE EL SAB ANTERIOR ERAS EN APUESTA CABALLO GANADOR
    UN ABRAZO FUERTE PARA EL DEL ARPISTE
    ESPERO VERNOS PRONTO
    CUANDO VUELVA DE UNA SEMANITA DE VACACIONES QUEDAMOS HE INTENTAMOS SEGUIR A LOS LENGUAS

    DENUEVO FELICIDADES
    PD:PICHA ACORTA LA CRONICA Q ME HE HARTAO DE LEER

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  7. He tenido que leer la crónica en varias veces. No te falta un detalle. Lo mejor lo que has dicho, cuando quedan pocos metros para llegar y te entran hasta ganas de llorar.

    ¡Enhorabuena!

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