A la mañana siguiente todo estaba muy bien organizado, el propio hotel, en cuya puerta se hacía la salida de la marcha, estaba bien escogido, adelantaba la hora del desayuno a las 6'30. A esa hora estábamos Miguel y yo tomándonos nuestros cereales, fruta, tostadas y café tranquilamente rodeado de más ciclistas. Ya los nervios comenzaban a aflorar y como me ocurre a mí en estas cosas comienzo a ser menos expresivo y hablar menos. A Miguel le da por lo contrario, cada vez habla más. En fin, Epi y Blas. Luego, más tranquilo de lo que me esperaba, preparé las cosas en la habitación y por la ventana ya comenzaban a sonar los primeros bujes llegando al lugar de la salida. 7:00 a.m.
Todo preparado, me decidí a bajar. Miguel tenía la bici en el coche en el garage del hotel, salí con intención de verlo pero no se que líos se traía, que si se le había olvidado la pulserita de los avituallamientos (que a posteriori vimos que no tenía mucha utilidad), luego la bolsa de los recambios... Lo normal que ocurre con los nervios.
El ambiente se iba caldeando, cada vez había más ciclistas en la Plaza del Acueducto (Azogüejo), mientras el speaker (Chico Pérez) amenizaba el ambiente recordando el número de participantes, agradeciendo a las autoridades, a Pedro Delgado y a los cliclistas profesionales que este año participaban, entre ellos Alejandro Valverde. Hasta que por fin se dió la salida, neutralizada hasta la Granja, pero claro como pasa en estas cosas se empieza muy rápido y la gente con muchos nervios, te pasa todo el mundo por los lados y pasas a todo el mundo. En la recta a la Granja se veía la cabeza del pelotón allá a lo lejos, etc... Yo esperaba a las primeras rampas de Navacerrada para que aquello se tranquilizase. Mientras, toda la marabunta ciclista ocupaba toda la carretera, carril contrario, las rotondas se pillaban por todas partes, un buen desmadre ciclista.
Comienza la ascensión a Navacerrada en la Boca del Asno. Las siete Revueltas. Con mi 34x21, y recién salido que estaba aquello estaba chupado. Poco a poco se iban pasando los Km. Miguel pegó un arreón y le perdí de vista, creo que ni llegamos a la segunda revuelta juntos. Ahí cada uno a lo suyo, mis preocupaciones en ese momento eran dos: hidratarme bien y controlar las pulsaciones. En los entrenamiento previos había llegado a la conclusión que si conseguía mantener la media de 12 Km/h en la subida aquello sería pan comido. Con estos pensamientos iba ascendiendo y en poco tiempo me sorprendí arriba de Navacerrada, menos mal que no íbamos a la Bola del Mundo. Bajada, rara al principio con carretera ancha medio llano y luego más normal con alguna curvilla revirada que vaya tela. Luego venía un tramo llano y comenzamos la ascensión, tras pasar el río Lozoya, a Morcuera.
Efectivamente esta era como la recordaba, tendida, a Miguel seguía sin verle ni oirle. Era la ascensión más larga y además aquí había poca vegetación. Las mismas tribulaciones me asaltaban, la dichosa media de 12 Km/h. Me animaba cuando pasaba a corredores y me venía un poco abajo cuando alguno me pasaba con ritmo envidiable, en realidad nadie iba sobrado. El calor comenzaba a apretar, todavía aguantaba con el maillot medio cerrado, eso era buena señal. Cuando me ponía de pie incluso bajaba algún piñón, lo que me daba ánimos, iba encontrando buenas piernas. En ningún momento se me pasó por la cabeza el abandonar o no ser capaz de llegar, creo que esto es fundamental, también me preocupaban las caídas y los problemas mecánicos. Espero que no ocurra nada. A 1 Km de coronar es donde ponen el avituallamiento, allí me encontré con Miguel. Tras una meadilla y picar algo, una pera y algo de Acuarius, nos dispusimos a bajar. Esta bajada si era peligrosa, la carretera no estaba mal salvo en algunos trozos donde había baches y curvas cerradas, además se baja en grupos muy grandes y los ciclistas te pasan por todas partes. Hay que ir con mil ojos, hasta en el cogote, no confiarse y agarrarse bien a la parte baja del manillar. Muchas curvas ciegas, el tráfico estaba abierto y la gente pasa por todos los lados. En una de las curvas una caída, la ambulacia, gente parada, gestos de preocupación. ¡Dios mío! Que tengo mujer e hija en camino, quiero ser prudente pero la adrenalina te lleva a arriesgar un poco más de lo que debes. Afortunadamente llegué abajo sin percances, en seguida curva de izquierdas y comienzo de la subida a Canencia. La famosa rampa, ¡Ya estaba allí! Se me estaba pasando la Perico muy rápido. Quito plato y de nuevo al 34x21, con eso subo sin problemas, efectivamente.
Sorteando ciclistas serpenteantes luchando por mantenerse en sus monturas, iba yo como si de un paseillo torero se tratase. Incluso uno desde la acera me dijo ¡Joder qué bien vas! Era todo fachada, yo sabía que cuando aquello acabase y comenzara el puerto de verdad todo cambiaría y volvería a la aburrida marchetta, machacona, 34x23, 12 Km/h de media, etc... Pero... y la ilusión que me hizo sentirme el fuerte por unos minutos. Tras aquello venía una zona de sube y baja, Miguel llegó por detrás y como un azote del viento comenzamos a meter plato y a rodar ¡Subiendo Canencia! Con las rampas más exigentes se acabó la exhibición y puse las cosas en su sitio. Miguel se quejaba de que iba regulando mucho, a lo mejor llevaba razón, pero era la única manera de asegurar la llegada, hacer mejor tiempo que el año pasado y no hundirme en una miserable pájara. Las hipotecas se pagan, es de todos sabido. Con su compañía llegué arriba en seguida, ni rastro de los calambres, me encontraba fuerte pero sin excesos. La bajada de nuevo coto privado mío, como antes algunos destellos de riesgo pero en general intentando hacer bien las cosas. Después venía un rompepiernas con carretera general al descubierto del viento antes de llegar a Navafría y su subida. Ahí nos vacíamos, Miguel y yo tirando de un grupo a más de 40 Km/h.
Ya en la carretera general la cosa cambio, el grupo se hizo más grande y dió tiempo a resguardarse más ante lo que nos esperaba. En menos de lo que yo tenía conciencia según lo que recordaba del año anterior estabamos subiendo Navafría. Comienza en un simpático pueblo, pero nada, en seguida comienzan las rampas, ahí ya le digo a Miguel que sigo regulando y que si quiere que vaya a su ritmo, es lo mejor. Así fue, él siguió con un grupo, yo me quedé a lo que podía, de momento me iban cuadrando las cosas y la sensación que tenía es que estaba pulverizando el tiempo del año pasado. Arriba del puerto habían puesto un avituallamiento líquido sorpresa, todo un acierto, ya que el año pasado aquí nos las vimos y deseamos con el calor y la falta de líquidos. Me vinieron a la memoria los calambres, en esta ocasión iba bien, ni rastro. A mitad de camino una mujer, no se si real o no, me dijo en plena rampa dura ¡Venga que ahora viene un descansillo! ¡Dios! Aquellas palabras me dieron alas, esperando aquel descansillo se me fueron muchos kilómetros y en seguida llegué arriba. Paré un poco a coger algo de agua y a recobrar el resuello. Segunda parada, no iba mal, ya quedaba el último esfuerzo. La bajada y los últimos 40 Km por la general con viento y sálvese quien pueda. A ver si pillaba un grupo y con buena colaboración llegábamos a Segovia. La bajada la comencé en solitario u durante toda ella la hice sin nadie a mi alrededor. Si estamos participando 2000 personas, ¿Cómo es posible que en la bajada de Navafría me sintiese tan solo?, ya empezaron mis preocupaciones, ¿Seré capaz de pillar grupo? ¿Me quedaré solo y me dará la pájara? ¿Hará viento? Salí solo a la general, en seguida vi un grupo a lo lejos a los que engancharme y en seguida por detrás me empezó a pasar otro grupo y me enganché a la rueda del último como si se fuera la vida en ello. En seguida comencé incluso a dar relevos. Rodar en grupo es una pasada pero exige mucha concentración y saber estar, no hacer movimientos bruscos y tener siempre la vista al frente. Con los relevos y algún que otro comentario en voz alta para animar a todos a entrar en los relevos se me pasaron los kilómetros muy rápido. En el grupo tirábamos 3 ó 4 personas, el resto iban detrás con la cabeza agachada. La gente no iba sobrada. El calor y el viento comenzaron a hacer mella y alguno comenzó a descolgarse. En poco llegamos a Torrecaballeros y de ahí a la Granja algún repecho más. Justo a la entrada del pueblo una rampa dura de las que puso a cada uno en su sitio. Tras rodar por las calles de la Granja cogimos la avenida hacia el pabellón Pedro Delgado. Ahí comenzaron los nervios, muchos de los que iban muertos en los relevos se vinieron arriba y comenzaron a coger posiciones delante del grupo. Lo importante aquí era entrar bien colocado en las rotondas para evitar caída, así lo hice. No hubo grandes alardes de fuerza porque iba justo, además ya quedaba muy poco. Una rotonda, dos rotondas... Giro a la izquierda y a la derecha y a a afrontar la recta final de llegada. Al final 6:05:22 puesto 734, respecto al pasado año 50 minutos menos en realizar la marcha y por 5 minutos no entré en plata de mi catergoría, hhhhuuuuuyyyyyy. Objetivo para el próximo año.